Una de las obras más ambiciosas de la Cuarta Transformación, fue presentada con la promesa de impulsar el desarrollo y la conectividad en el sureste mexicano. Sin embargo, a medida que avanza la construcción, la realidad ha superado las expectativas, especialmente en lo que respecta a su impacto ambiental, económico y social.

Un costo desorbitado que sobrepasa los 500 mil millones de pesos

Originalmente, el proyecto fue presupuestado en 126 mil millones de pesos. Sin embargo, los costos han crecido de manera desmedida, superando ya los 500 mil millones, lo que genera serias dudas sobre su viabilidad.

El experto Raymundo Tenorio, profesor emérito del Tecnológico de Monterrey, advierte que, con esta inversión, el Tren Maya podría tardar más de 46 años en generar beneficios económicos, un plazo considerablemente largo, que podría hacer que este megaproyecto se convierta en un costoso «elefante blanco».

Este incremento presupuestal coloca al Tren Maya en una categoría de gasto comparable al de instituciones de gran relevancia como la UNAM, cuyo presupuesto anual equivale al costo total de la obra. A pesar de esta monumental inversión, los beneficios tangibles podrían ser percibidos recién dentro de 30 años.

El impacto ambiental: un daño irreversible

El impacto ambiental ha sido otra de las grandes preocupaciones del Tren Maya. Rodrigo Medellín, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, ha documentado daños severos a al menos 125 cenotes y cavernas en Quintana Roo. Según Medellín, este daño podría afectar de forma irreversible el acuífero de la región, vital para la fauna, flora y la población humana local.

El ingeniero estructural Wilberth Esquivel también ha señalado que la construcción de la obra pone en grave riesgo los sistemas subterráneos de agua de la región, pues cualquier derrame de sustancias contaminantes podría filtrarse en las cavernas y contaminar el agua.

¿Un fracaso para las comunidades mayas?

El objetivo inicial del proyecto era beneficiar a las comunidades mayas, pero los habitantes de las zonas por donde pasa el Tren Maya afirman que no se han visto reflejados los beneficios. Según Ángel Sulub, del Centro Comunitario Maya U Kúuchil k ch’i’ibalo’on, “no es tren y no es maya, porque no cubre nuestras necesidades de movilidad ni de trabajo”.

Las comunidades mayas consideran que el tren ha sido una promesa vacía, que no ha mejorado su calidad de vida ni ha generado las oportunidades de empleo que se habían prometido.

¿Elefante blanco en marcha?

A medida que el Tren Maya avanza, surgen cada vez más dudas sobre su rentabilidad. Aunque el proyecto se ha promocionado como una fuente de crecimiento económico, los primeros indicios son preocupantes. Las estaciones aún están inconclusas, y los trenes, que han sido inaugurados en diferentes momentos, presentan una baja ocupación.

Según un comerciante de la zona, apenas el 2% de los pasajeros son turistas internacionales, lo que indica que el tren no ha logrado atraer la cantidad de usuarios esperada.

Problemas adicionales: inseguridad y criminalidad

Como si las fallas del proyecto no fueran suficientes, los habitantes de la zona también han señalado que el Tren Maya ha atraído al crimen organizado, lo que agrava aún más los problemas de seguridad en la región. Esto ha generado un sentimiento de frustración en la población local, que ve cómo una inversión multimillonaria no está cumpliendo con las expectativas.

Conclusión: un futuro incierto

El Tren Maya, que se planteó como un motor de desarrollo para el sureste mexicano, está siendo cada vez más cuestionado. Con costos que siguen aumentando, un impacto ambiental significativo, y resultados que tardarán años en materializarse, el proyecto enfrenta serias críticas, no solo por sus detractores, sino también por aquellos que confiaron en su potencial.

A medida que avanza la obra, parece claro que los quintanarroenses y los mexicanos en general tendrán que esperar mucho más de lo que se les prometió para ver los frutos de esta megapromesa.