Un grupo de investigadores ha planteado en la revista ´Nature´ una nueva y atractiva hipótesis en torno a cómo se formó la Luna hace unos 4,500 millones de años.
El responsable de este acontecimiento podría haber sido un planeta de casi el tamaño de Marte que acabó fusionándose con la Tierra.
Desde hace algún tiempo, quizá desde hace varias décadas, se ha planteado la hipótesis de que la Luna se formó a partir del choque entre dos cuerpos: la Tierra y un protoplaneta de nombre Theia, o Tea, hace unos 4,500 millones de años.
Los protoplanetas son cuerpos muy pequeños; como una especie de embriones planetarios que posteriormente dan lugar al surgimiento de cuerpos más grandes.
Y es que la hipótesis en torno a la existencia de Tea ha vuelto a resurgir con fuerza a raíz de una publicación que esta misma semana ha aparecido en la revista Nature, la cual está firmada por varios autores, entre los que destacan Qian Yuan y Stephen J. Desch quienes investigan para la Universidad Estatal de Arizona, en Tempe (Estados Unidos).
Con su hipótesis -basada en modelos matemáticos y simulaciones por computadora- sostienen que debajo de África occidental y el océano Pacífico existen actualmente dos inmensas masas situadas a 2,900 kilómetros debajo de la superficie.
Dichas masas son muy peculiares ya que, cuando se producen eventos sísmicos, las ondas sísmicas que pasan por ahí se ralentizan. Algo que resulta inusual para otros sitios del planeta donde este tipo de ondas suelen moverse más rápidamente.
Ahora bien, ¿por qué se produce este comportamiento inusual de las ondas sísmicas justamente en estas regiones específicas de nuestro planeta? La conclusión a la que han llegado es que estas dos inmensas masas -de varios kilómetros de diámetro- provienen de otro planeta (o protoplaneta), todo apunta a que es Tea, que literalmente se incrustó con la Tierra luego de colisionar con esta última hace unos 4,500 millones de años, cuando nuestro planeta aún era muy joven y apenas estaba formándose.
Otra de sus conclusiones es que una gran parte del manto fundido de Tea -que en realidad no sería un protoplaneta sino más bien un planeta casi del tamaño de Marte– se incrustó y posteriormente penetró en el manto de la Tierra para más tarde solidificarse, lo que dio lugar a la formación de esas dos grandes masas situadas debajo de África occidental y el océano pacífico.
El manto de la Tierra es una capa situada entre la corteza y el núcleo que, según las últimas estimaciones, equivale al 70% de toda la masa del planeta. Además, está formada por minerales tales como magnesio, sodio y hierro.
De hecho, el manto terrestre está formado por un 8% de óxido de hierro. Al ser más rica en hierro que la Tierra, Tea llegó a hundirse en las profundidades del manto de la Tierra hasta casi alcanzar el núcleo. Y, por si fuera poco, esta tremenda colisión entre los dos cuerpos formó a la Luna, cuya cantidad de óxido de hierro es de alrededor del 10%.
Con respecto al comportamiento inusual que tienen las ondas sísmicas en África occidental y en regiones concretas del Pacífico (suelen perder su energía y casi detenerse abruptamente cuando hay un terremoto), los investigadores sostienen que la hipótesis más plausible es que ello sucede porque estas regiones son más densas y químicamente diferentes al resto del manto terrestre que las rodea.
Por otro lado, ya en 2019, y tras analizar rocas de la Luna traídas a la Tierra por las misiones Apolo, Stephen Desch y sus colegas midieron las proporciones que estas rocas tenían de hidrógeno y deuterio. El deuterio es un elemento químico hermano del hidrógeno. La única diferencia entre ambos radica en que el deuterio es más pesado debido a que está formado por un protón, un neutrón y un electrón, mientras que el hidrógeno -el elemento químico más ligero de toda la tabla periódica- está formado únicamente por un protón y un electrón.
Así, descubrieron que el hidrógeno -no el deuterio- era mucho más abundante en algunas de las rocas traídas de la Luna que en las rocas de la Tierra. Esto los llevó a concluir que, para retener tanto hidrógeno, Tea debió de haber sido no solamente enorme, sino también un cuerpo bastante seco. Además, si Tea hubiese sido un cuerpo húmedo, con bastante agua, los niveles generales de deuterio se habrían elevado considerablemente. Cosa que evidentemente no sucedió.
Sobre la formación del sistema solar aún queda mucho por descubrir ya que no se sabe con certeza si la Tierra, en su juventud, pudo haber sido impactada por otros cuerpos de grandes dimensiones además de por Tea.
Quizá también por protoplanetas que estuvieron presentes hace millones de años y que, de alguna u otra manera, contribuyeron a que nuestro planeta tenga las características que tiene hoy en día. Inclusive se especula que los componentes esenciales para la vida pudieron haber llegado a través de asteroides y meteoritos que impactaron contra su superficie.
Con respecto al surgimiento de la Luna, aún no constan hipótesis concluyentes sobre su formación (ya que no existe evidencia directa), a pesar de que hay varios modelos que especulan sobre cómo surgió.
Sin embargo, el modelo que quizá se acerca más a la verdad es justamente el que afirma que hubo una colisión entre Tea y la Tierra, porque, lo que han demostrado otras investigaciones, es que el manto de Tea se hunde hasta el manto inferior de la Tierra acumulándose en pilas termoquímicas que es lo que finalmente ha hecho que los científicos hayan podido captar los inusuales sismos que se propagan de forma más lenta de lo normal.
La clave está, pues, en que los investigadores continúen analizando de forma más concienzuda cómo se producen este tipo de sismos y cómo éstos pueden contribuir, si algún día esto es posible, a develar el misterio en torno a cómo se formó la Luna y si los seres humanos y la Tierra somos finalmente el resultado del choque fortuito entre varios cuerpos que alguna vez existieron en aquel tumultuoso, caótico y complejo sistema solar de hace 4,500 millones de años.
Con información de Aristegui Noticias.